2.11.06

NOTA DE LECTOR: “Un joven comentario”

Antes de pasar a las cuestiones que realmente me ocupan, quisiera precisar que el título que he elegido para mi nota de lector esconde una advertencia. La misma se refiere a que analizaré “La joven guardia” desde una posición también joven, teniendo en cuenta mis veinte años.
Esto no significa que las personas de mi edad no se hallen capacitadas para elaborar críticas interesantes. Mi aclaración sólo pretende dar cuenta de que el hecho de compartir, prácticamente, la misma época (con los autores) puede conllevar a dos situaciones que es necesario considerar: por un lado, tal circunstancia puede resultar de lo más provechosa, ya que habrá momentos históricos compartidos y temas de interés en común. Por otro lado, puede que éso resulte ser una doble limitación, al no tener la experiencia y los contenidos académicos suficientes como para lograr una interpretación más “enriquecedora”, y al correr el riesgo de verme atraída por las temáticas abordadas, en desmedro de la narración en sí.
De todos modos, creo que mi humilde análisis valdrá la pena…
La joven guardia. Así se titula esta antología de cuentos que se distingue de otras obras por muchas cuestiones que intentarán ser explicadas a lo largo de este análisis.
La misma consta de tres partes: el prefacio (escrito por Abelardo Castillo), el prólogo (redactado por Maximiliano Tomas) y el cuerpo de textos seleccionado.
En cuanto al primero corresponde señalar que allí se ofrecen diversas interpretaciones referidas a un mismo tópico: el cuento.
En primera instancia, se presenta la definición de Edgar Alan Poe: “el cuento es el género ideal para el ejercicio del más alto talento”. Este escritor de renombre es caracterizado, en el mismo párrafo, como “el arquetipo del cuentista”.
Por otro lado, también se cita un comentario de William Faulkner, quien asegura: “(…) Quizá todo novelista quiere escribir primero poesía y descubre que no puede, y entonces intenta escribir cuentos, que es la forma más exigente después de la poesía”.
Vemos aquí distintas concepciones al respecto. Pero no son éstas las únicas que se mencionan. Por el contrario, también se hace referencia a Borges, quien ponía al cuento por encima de la novela, y a Norman Mailer, quien afirma no concebir que un escritor juicioso pueda sentarse a escribir cuentos.
Abelardo Castillo, por su parte, distingue a este género literario como la forma estética más antigua del lenguaje. Considera que para afirmarlo es suficiente imaginar al hombre primitivo contando sus encuentros con distintos animales junto a una hoguera. Asimismo, Castillo menciona que, en Argentina, la mayor parte de las mejores ficciones literarias son cuentos.
Sin embargo, (y he aquí una aparente paradoja) al final del prefacio confiesa que, en realidad, él no cree en los géneros sino, en la literatura. Precisamente, aclara que un autor “toca” a esta última cuando se lo recuerda como “alguien que nos contó una historia inolvidable”, más allá del género al que se haya abocado.
Finalmente, nombra una serie de escritores que se destacan en la narración ficcional y que forman parte de la tradición literaria: Tolstói, Gógol, Quiroga, Lugones, Güiraldes, Arlt, Marechal, Onetti, Mujica Lainez, Bioy Casares, Rodolfo Walsh, Dostoievski, Conti, Moyano, Puig y Piglia, además de los mencionados en párrafos precedentes. Estos autores constituirían, si se me permite la expresión, “La vieja guardia”.
En cuanto al prólogo cabe señalar, en primer lugar, que en él se hace mención a dos opiniones divergentes con respecto a la literatura nacional. Una de ellas considera que los libros más importantes se escribieron en el siglo XIX y el XX. Por oposición, la otra mirada asegura que las obras más relevantes aún están por escribirse.
En el resto del prólogo se ofrecen datos que intentan demostrar el “supuesto estancamiento” de la literatura argentina. Entre ellos se citan las torturas y desapariciones de intelectuales durante la dictadura militar, y la venta de editoriales nacionales a empresas extranjeras.
De todas formas, y más allá de tomar partido por una u otra postura, creo que lo interesante del texto es la presentación de esta nueva generación de escritores que nos ofrece sus obras intentando reivindicar el prestigio, para algunos perdido, de nuestra literatura.
La antología que nos presenta el prólogo reúne una serie de cuentos que lograron sortear “el tamiz” de los criterios de selección que se tuvieron en cuenta. Los mismos se refieren a: haber nacido en Argentina a partir de 1970, tener una obra publicada en cualquier editorial, y que los textos tuvieran la calidad literaria necesaria para ser publicados.
Esta nueva generación, esta “joven guardia”, es considerada por Maximiliano Tomas como la literariamente más libre. Esto responde al hecho de que no están “obligados” a ser fieles a determinada corriente (literaria) y a que sus vidas adultas no experimentaron circunstancias nefastas como la dictadura o la Guerra de Malvinas (como sí lo han hecho generaciones precedentes, muchas de las cuales sufrieron distintos tipos de censuras, incluso la necesidad imperiosa o, tal vez, la obligación moral de abordar en sus obras temáticas relacionadas con aquellas experiencias vividas).
De todos modos, y ateniéndome a mi propia opinión al respecto, no creo que la libertad a la que alude Maximiliano Tomas sea íntegramente existente: al leer los cuentos es posible percibir cómo la realidad social se cuela en varios de ellos, ya sea haciendo referencia a sucesos como los de Diciembre de 2001, ya sea mencionando aspectos como “el uso de Internet”, “el Chat”, o expresiones claramente “modernas”. No pretendo criticar dicha analogía, pero sí poner en evidencia que la pretensión de una total y plena autonomía al escribir es, a mi criterio, sólo una quimera. ¿Acaso no es cierto que el lenguaje que utilizamos es una construcción social e histórica y, como tal, está íntimamente vinculado a lo que llamamos “realidad”?
En lo que respecta específicamente al cuerpo de textos seleccionado encuentro oportuno hacer hincapié en las siguientes cuestiones.
Al leer la totalidad de los cuentos, salta a la vista que muchos de ellos se caracterizan por tener un desenlace abierto. Esto permite que el lector ponga en juego su propia imaginación y sus habilidades interpretativas. De esta forma, el significado de las obras varía según cada análisis, lo que permite enriquecer, aún más, las narraciones.
En lo que a mí respecta, este tipo de procedimientos resulta realmente interesante, ya que invita al receptor a participar de la historia (al verse “forzado” a buscar por sí mismo la conclusión más pertinente). El lector termina desarrollando un rol totalmente activo, desafío que, seguramente atrapará su interés.
Teniendo en cuenta lo hasta aquí expuesto, es posible observar una estrecha vinculación entre estas narraciones y lo que se conoce como “cuento contemporáneo”, cuya principal característica es, justamente, ofrecer relatos con finales abiertos y su no correspondencia (al menos total) con determinada tradición literaria.
Por otra parte, la mayoría de estas obras se distingue por ofrecer un “clima de época actual”, el cual se manifiesta (como ya se ha explicitado en párrafos anteriores) de diversas maneras.
Sin embargo, no son estos los únicos lazos que pueden establecerse entre estos relatos. Para evidenciarlo se presentarán a continuación seis posibles agrupaciones, en las que se hacen visibles diversas características compartidas. (Cabe aclarar que algunos cuentos se encuentran en vinculación con más de un grupo y que estas no son las únicas clasificaciones posibles).

Partidas hacia otro país:
-“Agentinidad”
-“Dos huérfanos”
-“Morfan dos”
Se trata de tres historias en las cuales los protagonistas se ven obligados, a causa de motivos diversos, a abandonar su país de origen y trasladarse hacia otro lugar totalmente distinto, con otras costumbres, otra tradición, otra historia. Los personajes deben convivir con esa “otredad cultural” y adaptarse, o no, a ella.
Resulta interesante observar cómo los tres protagonistas optan por la misma “solución” frente a situaciones disidentes, pero que comparten su carácter conflictivo.

Narraciones en presente:
-“Las cosas los años”
-“Un lugar más alejado”
-“En silencio”
-“Recomendaciones de un padre argentino para un cuento español”
-“Diez minutos”
-“Una mañana con el Hombre de Casco Azul”
En este grupo he ubicado aquellos relatos cuyo tiempo verbal predominante es el presente. He elegido destacar este rasgo porque me pareció sumamente interesante, ya que su utilización nos permite obtener un detalle específico de los sucesos ocurridos y de las sensaciones o pensamientos de los personajes. Esto es posible porque los mismos no deben esforzarse por recordar situaciones, sino expresar sus vivencias inmediatas.
Si bien, muchas veces, el exceso de descripciones resulta poco atractivo (y hasta puede ocurrir que el lector prefiera saltearlas), creo que, en estos casos, el empleo de dicho recurso es totalmente útil, al ofrecernos datos que, de otra manera, difícilmente podríamos considerar.

Dramas familiares:
-“Edad de la razón”
-“Siesta”
-“El aljibe”
-“Un hombre feliz”
Aquí se destacan cuatro obras en las cuales los conflictos producidos en el seno de la familia son el núcleo central. Se presentan maltratos, fallecimientos, traiciones, engaños, desamores, y otras circunstancias dolorosas que provocan en el lector sentimientos de pena, compasión y emoción.

Cuentos que en su título sólo nombran a un personaje:
-“El emperador insomne”
-“El imbécil del Foliz”
-“Un hombre feliz”
-“El cavador”
-“El hipnotizador personal”
-“Otra mujer”
Se trata de seis cuentos en cuyo título sólo se nombra a un personaje, pero (y he aquí el motivo de mi selección) no necesariamente se está haciendo mención al protagonista del relato. Exceptuando los tres primeros casos, los nombres explicitados se corresponden con un personaje clave en la historia, sin el cual la misma no existiría, o cambiaría de rumbo, pero no se trata de aquel que vive todos los acontecimientos narrados.
Creo que es una herramienta totalmente válida para guiar, de cierta forma, al lector en el transcurso de la historia (para que éste sepa en qué cuestiones focalizarse).

Historias relacionadas con lo ocurrido en Diciembre de 2001:
-“Argentinidad”
-“La intemperie”
-“Una mañana con el Hombre de Casco Azul”
-“Diario de un joven escritor argentino”
- “Un lugar más alejado”
Si bien en la última obra mencionada la relación con estos sucesos no es tan marcada como en el resto, es importante resaltar cómo la realidad social entra en juego con la ficción.
Estas narraciones nos ofrecen la posibilidad de conocer cómo una misma época es vivida de distintos modos, según las clases sociales o, simplemente, estilos de vida diferentes.
Algunos personajes parecen no saber qué hacer con su propia vida, en medio de ese clima de cambios repentinos e inestabilidad. Otros demuestran no preocuparse en demasía, al encontrarse en un buen estrato socioeconómico. Otros se “ocupan” al respecto, pero no se “preocupan”.

Cuentos que hablan sobre “el tiempo”:
-“Las cosas los años”
-“Diez minutos”
-“El hipnotizador personal”
He aquí los relatos que más me han atraído. Justamente, por la temática que abordan.
Todos responden a la característica de “final abierto”, lo cual ha sido, sin dudas, otro de los rasgos que ha sabido captar mi interés.
Con respecto al primero de ellos, quisiera comentar que se trata de un relato escrito en pasado, cuyo lenguaje es bastante simple, ya que no utiliza demasiadas metáforas o expresiones “rebuscadas”.
Está narrado en primera persona, lo cual posibilita un mejor detalle de los sucesos ocurridos y de las sensaciones del protagonista.
Los personajes más importantes son: el joven (ahora convertido en adulto) que narra su experiencia; su amada; el chico que, finalmente, obtiene el amor de ella; sus amigos; y el portero del edificio, quien “le abre los ojos” al personaje principal.
En cuanto al título, corresponde mencionar que hace referencia a lo siguiente: la chica amada por el personaje principal pretende tener un “hipnotizador personal” para que le edite su vida, durmiéndola en los momentos aburridos, y despertándola sólo en los realmente interesantes.
Asimismo, otro tópico abordado en esta narración es el amor, y el fracaso frente a éste. Teniendo en cuenta esto último, y en un intento por establecer un vínculo con la noción de “tiempo” ya analizada, al final del relato pareciera ser que el protagonista se da cuenta de que ha sido utilizado por la persona que ama para pasar sus ratos poco emocionantes… lo usa como su “hipnotizador personal”, mientras espera estar con el chico a quien ella realmente quiere.
Con respecto a “Las cosas los años” debo confesar que, probablemente, mi interpretación no es la que en verdad pretendió transmitir el autor, o puede que haya varias formas de entender su desenlace.
Como en el caso anterior, se trata de un relato en primera persona, pero este se diferencia por presentar gran cantidad de metáforas y por estar narrado en presente. Este último recurso es totalmente adecuado, teniendo en cuenta el estilo de la obra, en la que ni siquiera queda claro quiénes son los personajes.
Justamente, esta es la cuestión central: al principio, pareciera haber dos parejas, las cuales están cenando en el mismo restaurante; sin embargo (y vuelvo aclarar que esta es sólo mi interpretación al respecto) al final se trata de una sola, que está recordando sus vivencias… el paso de los años, y cómo han cambiando algunas cosas, aunque otras han permanecido intactas (como las “cenizas” a las que el autor hace referencia), gracias a las cuales es posible lograr ese efecto de “confusión” en el lector. Sin ellas, no hubiese sido posible que esa pareja sea, al mismo tiempo, la misma de hace cincuenta años atrás.
Finalmente, y con respecto a “Diez minutos”, vale la pena destacar que el objetivo del autor ha sido construir una descripción totalmente detallada de aquellas “pequeñas y grandes cosas” que pueden ocurrir en ese “breve y, a la vez, largo lapso de tiempo”. (Creo que a esto responde el título elegido). Justamente, el recurso temporal más apto para transmitir tantos detalles es el uso del presente y el empleo de un lenguaje llano, sencillo.
Se podría decir que quien relata la historia es un narrador testigo, que observa y tiene en cuenta cada acontecimiento sin verse a sí mismo directamente involucrado (por eso se presentan múltiples personajes y se describe gran cantidad de acciones).
Como es posible percibir desde el inicio de la narración, las descripciones abundan en todo el desarrollo del texto, a tal punto que el lector puede considerarlas inútiles. Precisamente, yo elegiría esta historia como intertexto debido a ciertas cuestiones estrechamente vinculadas al respecto: mi elección se debe a que me parece totalmente interesante leer un relato creyendo injustificadas sus frases, y advertir al final del mismo que el único injustificado era mi prejuicio.
A pesar de resultar excesivamente descriptivo, al llegar al desenlace es posible comprender la intención del narrador (o, al menos, su posible intención) y sacar una conclusión al respecto. Esta puede variar según cada lectura, al tratarse de una obra con final abierto. De acuerdo a mi análisis, la historia pretende transmitir que, aunque a veces no seamos conciente de ello, en diez minutos pueden ocurrir muchísimas cosas.
“Diez minutos pueden parecer desvanecerse en el aire si estamos besando a la persona que amamos… o pueden parecer diez mil horas si estamos esperando aquel beso”.
Como es posible observar, se trata de tres historias que remiten a la noción de “tiempo” y que, según mi propia interpretación, nos dejan la “enseñanza” de que la vida “pasa rápido”, por eso debemos disfrutar cada momento que nos ofrece. Es importante vivir plenamente cada instante y no pretender que alguien “nos hipnotice” para ahorrarnos aquellos que creemos aburridos. ¡Lo mejor puede estar sucediendo mientras esperamos un “gran momento”!
Diez minutos pueden, sin darnos cuenta, ser los más felices de nuestra vida… los años pasan… las cosas cambian.

Daniela Bentivoglio
comisión 58

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